CLAUDIA GERLERO:” LO MÁS VALIOSO DEL CAMPO ES QUE COMPARTÍS LA PASIÓN CON TU FAMILIA “
Claudia me habla desde arriba de un cisterna. Con el viento alborotando el audio de la llamada y el sol perdiéndose entre el grupo de vacas que pintan como fondo la imagen que se ve en la pantalla. Varias veces menciona que la lluvia del día anterior había hecho caer los árboles y los dejó sin internet. “La señal acá en el campo es buena, solo es por la tormenta de anoche, por suerte no se cortó la luz, nosotros estamos a unos 20 km de la ruta en Centeno, Santa Fe”, comenta esta tambera que se sube hasta el punto más alto para hallar unas líneas de conectividad.
Esta zona rural, ubicada en el departamento San Jenaro en la provincia de Santa Fe, es una cuenca agrícola ganadera por excelencia. Una localidad chica que cuenta con: una escuela rural, un club, campos tapizados de siembras y animales agrupados por parcelas a la vera de la ruta. También con una pequeño conjunto de casas un tanto alejadas. Y en donde las distancias entre cada una se hace más notoria, se encuentra el Establecimiento Don Nito. “Este campo es una herencia de mi esposo, los que trabajamos en él somos familia: mi cuñado se dedica a la producción agrícola, mi esposo a la contable y yo de lleno al tambo, a las vacas y los animales. Ahora mis hijos también nos acompañan en este proyecto. Mi hijo y las mellizas son quienes hacen que este trabajo sea una pasión compartida” comenta Claudia con entusiasmo.
El tambo es la columna productiva del establecimiento: “Tenemos 380 vacas en ordeñe, sacamos 8700 lts de leche diarios y en total contamos con 450 vacas totales (ordeñe, secas y preparto). La instalación es de 16 puntos de ordeñe con retiradores automáticos. El trabajo de ordeñe, suministro de pastura e inseminación y demás está a cargo del tambero asociado. Tenemos personal que nos ayuda en el trabajo con la guachera o el de mixer o la atención al parto. Eso lo realizan 3 personas: dos mujeres y un hombre que son empleados directos nuestros” explica.
Hoy Claudia vive en la misma casa en el campo: “con 19 años me casé con un gran hombre, tuve 3 hijos. Desde ese día nuestra familia y el campo son lo más importante. Somos un equipo. Las tareas están organizadas desde el comienzo. Siempre me dediqué a la administración del tambo, interactuar con el personal de ordeñe, el mixero, la parte de los guacheros, el trabajo con el veterinario y el control de la actividad”.
Marcelo, su esposo, sus hijos, Marcelo, Adriana y Marina y juntos sus nietos, son el motor de su vida: “Vivimos aquí hasta que los chicos tuvieron que ir a la secundaria, desde allí nos mudamos a una ciudad cercana. En la semana nosotros íbamos y volvíamos a la mañana y cuando terminaba el día. El trabajo en el campo es satisfactorio pero demanda tiempo y en ese momento la prioridad de que ellos estudien era lo principal”, comenta Claudia quien hoy con 51 años es una abuela que disfruta de sus nietos y los fines de semana cuando la casa se llena con la familia.
La ruralidad es un estado de permanencia absoluta donde confluyen la dedicación, el amor y los saberes que con el tiempo se van puliendo: “mi familia tenía campo, es algo que lo conozco desde chiquita aunque yo vivía en el pueblo. Después mis padres se dedicaron a la venta de autopartes de tractores y ahí siguen mis hermanos. Somos gente que nos gusta trabajar en familia con quienes amamos y compartimos el mismo deseo: el llevar adelante el negocio familiar”, reconoce Claudia quien es integrante del Grupo mujeres Rurales Argentinas y donde se vincula con otras mujeres que comparten las inquietudes por un sector agropecuario más justo para todas.
La lucha por una identidad de tambo, por un precio justo, por una equidad entre la calidad, el trabajo de tambero y el valor real de este producto, son banderas que se alzan a lo largo y ancho del territorio. “El tambo es lo que sé hacer, lo que amo y lo que me conecta. Trabajamos con un sistema pastoril, con alfalfa y rye grass como verdeo de invierno. Nos mantenemos con suplementación de silo de maíz, silo de alfalfa o de vicia, rollos de alfalfa, granos de maíz y expeller de soja. Variamos, dependiendo de la época del año. Reconozco que estar en contacto con los animales me hace feliz, es así que también soy una amante de los caballos. Tenemos algunos, a los chicos les encanta pasear”, concluye Claudia.
El trabajo constante de las familias que continúan apostando a la producción láctea es debido a su gran apego por el tambo. Ese deseo de que en algún momento está tarea sea valorada y reconocida por su valor productivo, económico y nutricional es de lo que se afianzan los trabajadores de este sector para el fortalecimiento de la una población que crece.
Mónica Gómez.